—¿Existen los magos, pa?
Pregunta Damián a su padre un lunes por la mañana, y Gerardo no sabe qué responder. De una está decirle que sí, que existen los magos. Que recuerde la fiesta de cumpleaños de su amiga Almita, donde fue uno e hizo aparecer un conejo. O invitarlo a ver el programa de las ocho. Ahí aparece otro y ofrece trucos que hasta a él como adulto en ocasiones lo dejan con la boca abierta.
Sin embargo, a Gerardo no le gusta mentirle a sus hijos. Poco le importa que Damián tenga seis años y que la verdad pueda costarle una ilusión. Prefiere que su
hijo de en medio viva en una despintada realidad y no en una colorida mentira.
Por eso se pone de cuclillas y cubre con las manos el enternecido rostro de su hijo.
—No, enano —le dice muy a pesar de las lágrimasque resbalan por las mejillas de su hijo—. No existen los magos.
Damián lloró mucho esa mañana. Tanto que Gerardo le perdonó la ida al colegio. Como a cualquier niño, no obstante, la pena le duró poco. Para el martes ya estaba como si nada. Pero el sábado por la noche ocurrió algo extraño.
…
Estadio Universitario, 2005.
—¡Me mentiste!
El grito de Damian se pierde entre las voces de la gente. Todos se abrazan como si fuera año nuevo y sonríen como si la fecha en el calendario marcara veinticinco de diciembre.
—¿De qué hablas enano? —le contesta Gerardo, porque igual alcanzó a escuchar el reclamo de su hijo.
—¡Me dijiste que no existían los magos y ese señor es un mago!
Damián se refiere a Walter Gaitán, que tomó una pelota rasa y la colgó en el ángulo. Gerardo comprende que la magia no necesariamente proviene de varas inexistentes. A veces el conducto es un botín izquierdo tocado por Dios que logra empalmar el esférico de manera exquisita. Porque es normal que un jugador de fútbol gambetee a un colega de profesión, pero… ¿el balón?
El balón obedece las instrucciones de sus amos. Y el amo ésta noche, ante Necaxa, en el Estadio Universitario, es un Divino que bajó del cielo y quiso que la bolita le sacara la vuelta al defensor rival y dejara sin garganta a los aficionados.
…
Todo ocurrió en un partido de temporada regular… cuando estos se vivían como Liguilla porque resulta que antes lo raro era entrar a la Liguilla.
—Tienes razón, enano —le dijo Gerardo mientras abrazaba a su hijo—. Sí existen los magos.